Putin lo fía todo al tiempo. O sea, al reloj de los muertos que irá sumando la guerra y a que la opinión pública y política occidental se canse de la guerra, se debilite, y gobiernos más propicios a su causa tomen las riendas de los estados.
Las levas son una forma de comprar tiempo, pues debilitada la calidad militar, bien vale al cantidad. La calidad militar la suple con el fantasma nuclear. Pero lo que espera es que la unidad occidental se rompa. Piensa que esto es una cuestión de tiempo, y que podría empezar por Italia, y quién sabe si por las elecciones de mitad de mandato en EE UU.
Piensa que los occidentales serán más débiles para soportar las convulsiones económicas de lo que lo son los rusos, incluso siendo llevados a la guerra.
La amenaza nuclear le funciona muy bien, pero su consumación no va en interés ni siquiera de Rusia. En esto se ponen muy tremendistas y literarios.
Esta disuasión plantea la idea de que la guerra puede prolongarse indefinidamente (en principio lleva desde 2014 aunque hasta ahora no nos hayamos dado cuenta). En cuanto que la amenaza nuclear es un fantasma eficaz, pareciera que la solución del conflicto no se acabaría con la victoria de Ucrania en la guerra. Esto último no pasa por la conciencia del poder ruso actual, no se entiende ni se admite como realidad posible. Si esto no puede ser así, la alternativa a la victoria de Ucrania sería el colapso del sistema de poder actual en Rusia. En concreto, que Putin y su corte colapsaran. Pero esto plantearía otros interrogantes. O sea, quién sustituiría al poder actual en Rusia y qué relación o resolución plantearían al conflicto.
Parece que nos movemos en la cuerda floja. Por eso no se sabe cuándo ni cómo acabará el conflicto. Por eso también Putin cree que el tiempo le beneficia, que la opinión pública y política de Occidente en algún momento claudicará ante una guerra en la que no sabe cómo se ha metido y que ni le va ni le viene, lo cual quiere decir que Occidente, no se sabe cómo, dejaría sola a Ucrania, que, al punto al que hemos llegado, es algo más que dejar sola a Ucrania.
Se dice que las guerras acaban en una mesa de negociación. No siempre. Y, si ocurre, también puede ser que el que gana negocie con el sustituto de quien ha perdido. Las guerras también pueden durar más de lo que se quisiera o se supone.
Putin entiende que la “debilidad” de la opinión pública y política de Occidente puede ser su mejor aliado. A partir de ahí se restauraría su imagen paternalista para meter en vereda a la descarriada Ucrania. Eso significaría la derrota de Europa. La guerra no solo se libra en el campo militar.
Nadie sabe la solución de la guerra que sea distinta a una prolongación, estancamiento y escalada de lo que estalló en 2014.
El desmoronamiento del actual régimen en Rusia podría ayudar a una solución, pero no es una garantía definitiva.